El Rey Mono
Una de las grandes leyendas de China, y probablemente de las más conocidas a nivel mundial, es la leyenda del Rey Mono. Este personaje tiene una historia muy amplia que nos habla de la búsqueda de la inmortalidad.
El Rey Mono, Sun Wukong, nació de una piedra mágica procedente del caos, en las montañas Huāguǒ-shān. Tras unirse a un clan de simios, Sun Wukong demostró su valor lanzándose por una cascada y hallando tras ella un nuevo hogar para los monos, los cuales lo nombraron rey. Sin embargo, el Rey Mono se hizo consciente, tras la muerte de un semejante, de que algún día le llegaría la hora, por lo que decidió partir en busca de la inmortalidad, disfrazándose con ropas humanas.
En su camino, encontró a un gran maestro budista, quien, a pesar de sus reticencias iniciales, terminó por acogerlo, darle su nombre y enseñarle grandes habilidades, como la capacidad de transformarse y de dar impresionantes saltos de casi un centenar de kilómetros.
Sin embargo, un día, tras ver cómo el Rey Mono utilizaba sus dones como un espectáculo, el maestro decidió echarlo del templo. Después de acabar su formación, este ser realizó numerosos viajes para alcanzar la inmortalidad. Entre ellos destaca su viaje al Palacio del Rey Dragón del Mar del Este, de donde robó la vara Ruyi Bang, que mantenía el equilibrio de los mares y que posteriormente se convirtió en su arma (algo que generó graves cataclismos). Con esta vara, obligó a los grandes Reyes Dragón a proporcionarle equipamiento mágico. También viajó al Inferno para tachar su nombre y el del resto de monos del libro de la vida y la muerte.
Para intentar controlarlo, el emperador de Jade decidió otorgarle un título nobiliario. Primero le dio el título de Protector de los Caballos de los Establos Imperiales, pero tras un conflicto, decidió agregarle el de Guardián del Huerto del Durazno de la Inmortalidad. Sin embargo, cuando le fue negado el acceso a un banquete en honor a la Emperatriz, Sun Wukong enfureció y decidió robar los duraznos de la inmortalidad y las píldoras del señor Daoista Laozi, destruyendo también el huerto.
El emperador envió cien mil guerreros para detenerlo, pero el Rey Mono logró derrotarlos. Finalmente fue capturado y se ordenó su ejecución, pero tras consumir las píldoras y duraznos de la inmortalidad, nada podía matarlo. Sun Wukong fue encerrado en el Horno de los Ocho Trigramas, donde ardió hasta que el instrumento explotó, pero ello no bastó para acabar con él.
El emperador solicitó la ayuda de Buda, quien desafió al Rey Mono y apostó que era incapaz de saltar más allá de la palma de su mano. Si lo lograba, sería nombrado emperador, y si no, sería encerrado. Sun Wukong aceptó la apuesta y saltó, hasta lo que él creyó era el fin del Universo, donde solo podía ver cinco columnas. Orinó en ellas para marcar hasta dónde había llegado. Al bajar, sin embargo, descubrió que esos pilares eran los dedos de Buda; había perdido su apuesta. Intentó escapar, pero Buda lo selló en la Montaña de los Cinco Elementos por toda la eternidad.
Siglos más tarde, sería liberado por el monje Tang, a quien ayudaría en su viaje para recuperar las sagradas escrituras para China (con la ayuda de una banda mágica que le generaba gran dolor en caso de necesidad).