VIVIMOS EN UN MUNDO DIGITAL II
Al menos tan digital como analógico. No existen dos mundos separados. Ambos se entretejen y se cruzan. Se superponen y mezclan hasta conformar una sola realidad. En el ámbito de las organizaciones, sólo tiene sentido hablar, como siempre, de creación de valor y objetivos de negocio, solo que ahora hay que hacerlo en un entorno fuertemente impactado por lo digital.
La digitalización está transformando la sociedad generando nuevos retos y oportunidades de negocio. Y aunque parezca mentira, estamos tan solo en el inicio del proceso. Apenas han pasado 20 años desde que las primeras empresas comenzaron a usar Internet, primero como una herramienta que permitía hacer algunas de las cosas de siempre de manera ligeramente diferente. Poco a poco, el fenómeno fue creciendo hasta convertirse en esencial. Desde 1994 hasta 2004, asistimos a su expansión acelerada impulsada por empresas e instituciones. Las primeras webs eran lugares planos, con poca profundidad y nula interactividad, limitándose a ser catálogos de productos y servicios en un nuevo soporte.
Con el descenso de los costes de acceso y la universalización de la conectividad, el entorno económico y social se fue digitalizando. Hacia 2004, la Red se hizo social; las empresas volvieron la mirada hacia esa nueva Internet social. Muchos de los procesos y las tecnologías de gestión empresarial se convirtieron en sociales. Hoy, cualquiera puede publicar un vídeo, editar una foto, escribir un post, comentar un producto o recomendar un servicio. Somos agentes cada vez más activos en el uso de la Red para resolver nuestros temas, informarnos, aprender, expresar nuestras opiniones, querer ser escuchados, tenidos en cuenta y respetados.
Ya hay cerca de 4.000 millones de personas con acceso a la Red, con una capacidad de comunicación como nunca antes. La conversación es relevante, la información y el conocimiento se multiplican, los mercados se modifican y surgen nuevas oportunidades de negocio a cada instante. Aceptar la transformación digital significa asumir que hemos cambiado para siempre la forma en que nos comunicamos, nos informamos, trabajamos, nos relacionamos, amamos o protestamos. En el ámbito empresarial, tienen ventaja los profesionales y las organizaciones que han integrado mejor ambos mundos hasta convertirlos en uno solo. Ya se evidencia que las organizaciones que han incorporado lógicas digitales son más competitivas, obtienen mayores beneficios financieros y superan a sus homólogas menos digitales al menos en tres ámbitos clave: ingresos, rentabilidad y valoración en el mercado. De hecho, algunos estudios afirman que, en promedio, las organizaciones digitales son un 26% más rentables que sus competidoras menos digitales.

Recomendación: entendamos de qué estamos hablando
En el Reino Unido, Carl Frey y Michael Osborne, académicos de la Oxford Martin School, publicaron en 2013 un informe sobre el riesgo de desempleo tecnológico. En Estados Unidos, Erik Brynjolfsson, Andrew McAfee y numerosos expertos y líderes de la industria firmaron la “Carta abierta sobre la economía digital”. El Foro Económico Mundial dedicó su más reciente encuentro anual en Davos al tema de la Cuarta Revolución Industrial y publicó un reporte titulado El futuro del empleo. Si en las principales naciones del mundo la discusión sobre cómo adaptarse a la Cuarta Revolución Industrial ha sido puesta en el centro de la mesa, ¿qué estamos esperando para hacerlo nosotros también? Necesitamos a los cuatro actores (el sector público, el sector privado, la academia y la sociedad civil) investigando, debatiendo y proponiendo posibles soluciones.
Esta discusión puede incentivarse creando en los pregrados de Ingeniería Industrial, Administración de Empresas y Economía una cátedra sobre la Cuarta Revolución Industrial. También se sugiere que cada gremio de Fenalco y cada sector de la Andi designe una comisión para hacer vigilancia tecnológica y evaluar el impacto de la nueva economía en su industria específica. Asimismo, cada región productiva y municipio de más de 100.000 habitantes debería realizar ejercicios cuatrienales de prospectiva territorial. Finalmente, se podría organizar un foro anual en el que esa red de think tanks sintetice las lecciones aprendidas y difunda las mejores prácticas.
Toda la comprensión ganada nos debe servir como base para el diseño de políticas públicas que nos hagan verdaderamente competitivos a nivel global. Los CONPES de Política Nacional de Desarrollo Productivo y de Innovación, la Estrategia para una Nueva Industrialización de la ANDI, el Programa de Transformación Productiva del MinCIT y la Visión 2032 del Consejo Privado de Competitividad, todos deben ser cuidadosamente revisados y ajustados a la luz de esta nueva información. El futuro no debe sorprendernos.