OS LUSÍDAS Luís de Camoés (Canto Quarto XXXVIII a LXV)
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XXXVIII.
«Heme aquí que, Rey vuestro y compañero,
Entre las picas corro y los paveses
Y al contrario tropel voy el primero:
Pelead, verdaderos Portugueses.»
Así dice el magnánimo guerrero,
Y tres veces del brazo los arneses
Levanta y tira el asta; y cada tiro
Arranca a muchos el postrer suspiro.
XXXIX.
«Encendidos, con esto, nuevamente
Los suyos de vergüenza y noble fuego,
Luchan sobre cual más, con brazo ardiente,
Riesgos arrostrará del marcial juego:
Y ese ardor, que hasta el fierro esterno siente,
Rompe mallas primero, y pechos luego;
Y como si no estimen ya las vidas,
Junto dan y reciben las heridas.
XL.
«Van a ver muchos el Estigio lago
En cuyo cuerpo fierro y muerte entraba:
Allí sucumbe el Mestre de Santiago,
Que con esfuerzo altísimo lidiaba:
También muere, causando horrible estrago
El no menos feroz de Calatrava:
Los Pereiras también la vida entregan;
Y renegados, de morir reniegan.
XLI.
«Mucha gente del vulgo turbulento
Y de nobles, con ella, va al profundo
Donde el trifauce can siempre está hambriento
De las almas que pasan de este mundo;
Y porque más allí tenga escarmiento,
La altivez del contrario furibundo,
Hoy a los pies del Portugués se humilla,
Cayendo, la bandera de Castilla.
XLII.
«Aquí el fiero combate se encrudece
Con muertes, gritos, sangre, cuchilladas:
La multitud de gente que perece,
Las flores tiene de color mudadas:
Ya dan espalda y vida; ya fallece
El furor, y no suenan las espadas:
Ya de Castilla el Rey desbaratado
Queda, y de su propósito mudado.
XLIII.
«Deja el campo a los fuertes vencedores
De no dejar contento allí la vida.
Los que quedan le siguen: sus terrores
Alas les dan, no pies, en la fugida:
Esconden en el pecho los dolores
Del cuerpo, de la hacienda ya espendida,
La ruina del orgullo, el duro enojo
De ver que otro disfruta su despojo.
XLIV.
«Unos van maldiciendo y blasfemando
Del primero que guerra hizo en el mundo:
Otros la ambición dura van culpando
Del pecho de codicia sitibundo
Que, por tomar lo ajeno, al miserando
Pueblo expone a las penas del profundo,
Dejando a tanta esposa, virgen, madre,
Sin hijos, sin maridos o sin padre.
LXV.
«Estuvo el vencedor don Juan los días
De costumbre en el campo, con gran gloria:
Con promesas después y romerías
Gracias le rindo al que le dio victoria.
Mas Nuño que no quiere por más vías
En el mundo dejar de sí memoria
Que por las de las armas soberanas,
A las tierras se pasa Transtaganas.
