OS LUSÍADAS Luís de Camoés (Canto Sesto XXVI a XXX)
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XXVI
Y el rumor sosegado y el tumulto
De los divos forzosos cumplimientos,
Empieza Baco del que juzga insulto
A revelar los íntimos tormentos;
Y algo ardiendo la faz del fuego oculto,
Y haciendo alarde de ímpetus violentos,
Solo por dar al Luso triste muerte
Por mano ajena, dice de esta suerte:
XXVII
«¡Oh Rey! que por derecho señoreas
De un polo al otro el mar airado;
Y a las gentes con fuerzas giganteas
Pasar impides el dintel vedado;
Y tú, padre Océano, que rodeas
Todo el mundo y le tienes bien cercado,
Y haces que de natura la ley valga,
Y de sus propios límites no salga:
XXVIII
«Dioses, que no sufrís que nadie infeste
Con su osadía vuestro imperio grande,
Y hacéis que cual la culpa igual se apreste
Castigo al que por él discurra y ande:
¿Qué gran descuido en vuestro mal es este?
¿Quién puede haber que tanto así os ablande
Los pechos, con razón endurecidos,
Contra los ciegos hombres atrevidos?
XXIX
«Vísteis que con grandísima osadía
Fueron al cielo a acometer supremo:
Vísteis aquella insana fantasía
De penetrar el mar a vela y remo:
Vísteis, y viendo estamos cada día,
Insolencia y soberbia tal, que temo
Que imponiendo hasta a cielo y mar sus nombres,
Vengan dioses a ser, nosotros hombres.
XXX
Ved ahora la flaca y pobre raza
Que de un súbdito mío el nombre toma,
Cómo altiva al valor el arte enlaza,
Y a vos, y a mí, y al mundo humilla y doma:
Ved como en vuestro mar su quilla traza
Huella que no hizo nunca la alta Roma;
Ved cómo vuestro reino traspasando,
Van vuestra orden y leyes allanando.
