OS LUSÍADAS Luís de Camoés (Canto Sesto LXXXI a LXXXV)
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LXXXI
«¡Oh celestial Autor de cuanto existe,
Que mar, y tierra, y cielo, señoréas!
Tú, que á todo Israel refugio diste
Por mitad de las aguas Eritréas:
Tú, que á Pablo libraste y defendiste
De sirtes arenosas y ondas feas,
Y con su grey guardaste á aquel segundo
Poblador de anegado y vácuo mundo:
LXXXII
«Si tengo muchos trances peligrosos
De Caribdis y Scilas ya pasados:
De otras Sirtes, y bajos arenosos,
De otros Aeroceráunios dominados,
Al fin de tantos riesgos trabajosos,
¿Por qué somos de Tí desamparados,
Cuando esta empresa nuestra no te ofende,
Sino que solo á tu servicio tiende?
LXXXIII
«¡Oh dichosos aquellos que pudieron,
Entre las duras lanzas Africanas
Morir, mientras que fuertes sostuvieron
La Fe santa en las tierras Mauritanas!
Que de ellos grandes hechos se supieron.
De ellos quedan memorias sobrehumanas:
Y la vida ganaron sin perdella,
Dulce haciendo la muerte el honor de ella.»
LXXXIV
Esto al decir los vientos, que luchaban
Como toros indómitos mugiendo,
Más y más la tormenta acrecentaban,
Por las menudas jarcias recrugiendo:
Los relámpagos vivos no cesaban,
Y el trueno avisa que se están ya haciendo
Los elementos entre sí la guerra
Y el cielo va á caer sobre la tierra.
LXXXV
Mas la amorosa estrella al fin lucía
Por delante del sol, al horizonte;
Y mensajera plácida del día,
Visitaba la mar, la tierra, el monte.
La diosa que en los cielos la regía,
De quien huye el signífero Oriónte,
En cuanto vió la mar y cara armada,
De miedo y rabia á un tiempo fue asaltada.
