OS LUSÍADAS Luís de Camoés (Canto Quarto LXVII a LXXIII)
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LXVII.
«La cual, como la voz siempre sonora
De aquella obligación que le quedara
De sus pasados, que incesante implora,
No cesar de acrecer la tierra cara,
En paz no le dejaba a ninguna hora;
Así que, al tiempo en que huye la luz clara,
De las estrellas que la noche traen
Y al reposo convidan cuando caen:
LXVIII.
«Ya en paz estando, en el dorado lecho
Donde la imaginación no encuentra meta,
Resolviendo en la mente el cargo estrecho
A que su oficio y sangre le sujeta,
Llenó sus ojos, sin vaciarle el pecho,
Sueño que, aunque le embarga, no le aquieta,
Porque en tanto que lazo se adormece,
Morfeo en formas mil se le aparece.
LXIX.
«Allí se le figura que subía
Muy alto, hasta tocar la prima esfera
Donde por delante varios mundos viaja
Y naciones de gente extraña, fiera;
Y allá, muy junto a donde nace el día,
Después que su mirar largo tendiera,
Vió de montes, muy altos y distantes,
Nacer dos claras fuentes abundantes.
LXX.
«Por el verde fragor de las forestas,
Fieras y aves salvajes habitaban:
Árboles, matas, yerbas mil agrestas
Paso y trato a las gentes atajaban;
Estas duras montañas contrapuestas
Solo entre sí comunicar mostraban;
Y que de Adán hasta la edad presente,
No las pisó jamás planta viviente.
LXXI.
«Del agua se le antoja que salían,
A él sus largos pasos inclinando,
Dos hombres que muy viejos parecían,
De aspecto, aunque silvestre, venerando:
De las puntas del pelo les caían
Gotas que el cuerpo todo van bañando:
Su piel es de color negriverdosa:
La barba hirsuta y fosca, más copiosa.
LXXII.
«De ambos a dos la frente coronada
Ramaje no sabido y yerbas tiene;
Uno de ellos la marcha trae cansada,
Como quien de camino largo viene;
Y así el agua, con ímpetu alterada,
Parece que, en distinta parte suene
Tal el Arcadio Alféo en Siracusa,
A buscar va los brazos de Aretusa.
LXXIII.
«Este, que era el más grave en la persona,
De este modo hacia el Rey de lejos grita:
-«Monarca, a cuyos reinos y corona
Del mundo grande parte está prescrita:
Nosotros, cuya fama tanto abona
El que en nosotros nunca yugo se ejercita,
Te avisamos que es tiempo ya que mandes
A recibir de nosotros tributos grandes.»
