OS LUSÍADAS (Canto Tercero XV A XXII)
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XV.
«Le cerca en torno el reino Neptunino,
Con muros naturales de otra parte:
Por el medio le corta el Apenino,
Que hizo ilustre o famoso al patrio Marte.
Mas después que guardián tiene divino,
Dejando antigua fuerza y bélico arte,
Ha perdido el ardor y el poder loco;
Que a la humildad de Dios le basta poco.
XVI.
«Después se ve la Galia, que afamada
Por la gloria de César fue en el mundo,
Que del Secuana y Ródano es bañada,
Y del Garumnio frío y Rhin profundo:
De la ninfa Pirene, allí enterrada,
Se alzan también los montes sin segundo,
Que cuenta historia antigua que si ardieran,
Ríos de oro y de plata mil corrieran.
XVII.
«Luego tendida allí la noble España,
Como cabeza de la Europa queda,
En cuyo señorío y gloria extraña
Cien vueltas de fortuna dio la rueda:
Mas no será jamás que fuerza o maña
De la inconstante dominaría pueda;
Que siempre ha de salvarla la osadía
De los pechos magnánimos que cria.
XVIII.
«Frente de Tingitania está, y parece
Que allí limita del Tirreno el vaso,
Donde el sabido estrecho se ennoblece,
Y el Tebano a las aguas abre paso.
Con pueblos diferentes se engrandece,
Cercada por el mar de Oriente a Ocaso,
Todos de tal nobleza y valor tanta,
Que cada cual más noble se decanta.
XIX.
«Tiene al Tarraconés, que se hace claro
Sujetando a Parténope la inquieta:
Al Navarro, al Asturio que reparo
Fuera ya contra el bárbaro Mahometa:
Tiene al cáuto Gallego, al grande y raro
Castellano, a quien hizo su planeta
Que a España unificara, siendo silla,
De Granada y León, Murcia y Castilla.
XX.
«Y vé aquí, como cima de la testa
De toda Europa, al reino Lusitano,
Dó se acaba la tierra, el mar se apresta
A dar reposo al sol en el Oceáno.
El cielo quiso que en las armas esta
Nación exulte y lance al Mauritano
De sus playas, y allá al África ardiente
Vaya a seguirle y humillar su frente.
XXI.
«¡Esa es la dulce patria mía amada:
A la cual, si al través de cielo opaco
Logro volver, mi empresa ya acabada,
Acabe allí conmigo el cuerpo flaco!
¡Esa es la Lusitania, nominada
De Luso o Lis, que del antiguo Baco
Hijos fueron, parece, o compañeros
Y en ella entonces íncolas primero!
XXII.
«A esta el cielo un pastor hizo que asome,
Que en caudillo tornándose invencible,
No halla en el mundo quien su frente dome,
Pues ni a Roma lograrlo fue posible,
A esta aquel que sus propios hijos come,
Por decreto de Dios siempre infalible,
La dio formar del mundo insigne parte
Y un gran reino crear; y fue de este arte.
