OS LUSÍADAS (Canto Segundo LIV A LXII
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LIV.
«Como vereis el mar, hirviendo acaso
Al incendio del Luso que brillando,
Al Moro y al Gentil llevará opreso,
De naciones sin número triunfando:
Sujetando el dorado Quersoneso
Y hasta el lejano China navegando,
Siéndole todo el piélago obediente
Con las islas remotas del Oriente.
LV.
«De manera, hija mia, que, a despecho
Do Baco, cumplirá su alto destino,
Pues nunca brillará tan fuerte pecho
Del Gangético mar al Eritrino,
Ni de las Bóreas aguas al estrecho
Que el agraviado Luso á mostrar vino,
Aunque del mundo entero, de afrentados,
Todos resucitáran los pasados.»
LVI.
Esto diciendo, envia al mensajero
Hijo de Maya á tierra, á que prevenga
Un pacífico y fácil surgidero
Dó la armada, sin riesgo, puerto tenga;
Y para que en Mombaza aventurero
El fuerte Capitan no se detenga,
La tierra dó el alivio halle el Luseño,
Manda que se le muestre allá en su sueño.
LVII.
Bajando el Cilenéo, el aire corta,
Que al calzado de pluma se estremece:
La fatal vara suya en alto porta,
Con que los cánsos ojos adormece.
Con que saca de averno el alma absorta,
Y á cuya vista el báratro obedece:
Cubre el sombrero alígero el cabello,
Y así llega á Melinde el númen bello.
LVIII.
Con él lleva á la fama, porque diga
Del Lusitano el grande esfuerzo raro:
Que nombre ilustre á cierto amor obliga,
Y le hace, al que lo tiene, dulce y caro.
De ese arte haciendo va la gente amiga
Con el rumor altísimo y preclaro:
Ya Melinde en deseos arde todo
De ver del fuerte Luso el gesto y modo.
LIX.
De allí para Mombaza luego parte,
Dó las naves estaban temerosas,
A mandar á la gente que se aparte
De la barra y las tierras sospechosas
Porque valen muy poco esfuerzo y arte
Contra infernales fraudes engañosas;
Y poco astucia, y brio, y altos vuelos,
Si su aviso y favor no dan los cielos.
LX.
Del camino la noche ha andado:
Las estrellas con luz tienen ajena
El mundo, desde el cielo, iluminado:
La gente duerme tras de larga pena;
Y el capitan ilustre, ya cansado
De la vigilia, en la alta noche plena,
Breve reposo á sus pupilas daba,
Mientras la guardia á cuartos vigilaba.
LXI.
Mercurio en sueño aquí se le aparece,
Diciéndole: «Huye, Lusitano,
Del riesgo que el perverso rey te ofrece
Con oculta celada y golpe insano:
Huye, que el viento asaz te favorece:
Tienes sereno al cielo y al Océano;
Y Rey te espera amigo en otra parte,
Donde puedas seguro repararte.
LXII.
«El hospedaje, en esta prevenido
Es el que Diomedes fiero daba
Dó tenian por pasto conocido
Sus caballos la gente que hospedaba:
Es de Busiris el altar temido,
Dó sus huéspedes tristes inmolaba:
Eso hallarás aquí, si mucho esperas:
Huye de gentes pérfidas y fieras.
