No dejes que nadie te haga creer que no mereces lo que deseas
Haz oídos sordos al “tú no sabes”, “tú no mereces” o “tú no puedes”. El primer paso del crecimiento personal es la liberación de todo aquello que vulnera y que cercena, porque si tú sabes lo que eres y lo que vales, debes hacer lo posible por alcanzar aquello que sí mereces: la felicidad.
En la millonaria industria del crecimiento personal se bordea siempre a través de los cursos de coaching, de los libros y las conferencias, en ese complejo océano que supone el logro de la felicidad. No obstante, a veces, acabamos desesperados. Nos preguntamos si esa búsqueda por el equilibrio, la calma y el logro no será más que un Santo Grial, una entelequia inalcanzable.
“Tú mereces lo mejor de lo mejor, porque eres una de las pocas personas de este mísero mundo que siguen siendo honestas consigo mismas” – Frida Kahlo
Podríamos decir sin equivocarnos que no existe una teoría acertada sobre la felicidad. En realidad, existen muchas. Lo único que hay que hacer es coger ingredientes de todas ellas para crear nuestra propia fórmula en base a esas complejidades y necesidades que nos definen, sin olvidarnos, eso sí, incluir un aditivo más: la valentía.
Porque aquello que mereces está más allá de las fronteras del miedo. Más allá de los vetos de quienes ponen hilos a las fisuras de tus inseguridades. Quítales poder y empieza a modificar tus estilos cognitivos para tomar las riendas de estos mares convulsos que nos alejan de nuestras islas de calma. De nuestras auténticas identidades.
Te proponemos ahondar con nosotros en estas cuestiones.
Cuando olvidas aquello que mereces y te vuelves invisible
A veces ocurre. Ocurre que nos volvemos invisibles, que nuestra voz se convierte en el eco de otras voces o que nuestras necesidades y deseos desaparecen para mutar en otros nuevos que encajan mejor en las expectativas ajenas. No sabemos muy bien cómo ha empezado todo, pero lo que sí percibimos es el dolor al respirar y la corriente fría de esa autoestima tan raída, tan maltratada.
Podríamos echarle la culpa a nuestra familia, tan tóxica y egoísta. Podríamos también responsabilizar de nuestra infelicidad a esa relación afectiva tan caótica y dolorosa. Sin embargo, y aunque suene duro, la responsabilidad es solo nuestra. No es el entorno quien nos genera ansiedad, es el modo en que nos vinculamos a dichos escenarios, a dichas personas hasta el punto de volvernos invisibles, de volvernos cautivos del miedo.
Hay que tomar conciencia, debemos dejar a un lado lo que sentimos para recordar lo que merecemos. Algo así solo se consigue siendo plenamente responsables de nosotros mismos. Los pensamientos rumiantes y la indecisión nos hacen caer en los abismos del miedo hasta el punto de permitir que sean otros quienes decidan por nosotros. Otros quienes te dicten qué mereces y qué no.
No lo permitas: viste armaduras que tengan tu talla, calza suelas más fuertes y camina por un nuevo sendero vital habitado por la responsabilidad personal y la determinación. Mereces aquello que deseas.
