Mieduh, el fantasma cobardica
En un castillo encantado vivían unos fantasmas muy malos que asustaban a todas las personas que osaban habitarlo. Por las noches, se paseaban alegremente, aterrorizando a cualquiera que encontraran a su paso. Sin embargo, había uno que no se atrevía a participar en estos sustos, pues era muy cobarde. Este fantasma, llamado Mieduh, no siempre había sido un espectro; en realidad, era un niño que había sido hechizado por una bruja tras asustarla con una sábana.
El hechizo lo convirtió en un fantasma, y el niño se vio obligado a abandonar su pueblo, refugiándose en un castillo donde vivían otros fantasmas. Allí, sus nuevos compañeros descubrieron su miedo a los sustos y se burlaron de él sin descanso, dándole escalofriantes sobresaltos mientras gritaban: “¡Uuuuuh! ¡Tengo mieduuuuh!”, de donde surgió su apodo.
Un día, llegó al castillo una nueva familia que, ignorante de su historia, compró la propiedad. Entre ellos estaba Alma, una niña amable y de la misma edad que Mieduh. Él quiso advertirle sobre los fantasmas y hacerse su amigo, pero al aparecer ante ella, Alma huyó gritando. Mieduh, asustado por los gritos, corrió a esconderse, lo que provocó aún más burlas de los otros fantasmas.
Esa noche, los fantasmas planearon una “bienvenida especial” para la familia, ideando un Gran Susto. Mieduh, preocupado por Alma, decidió actuar. Se escondió en su habitación y, desde debajo de la cama, le habló con cuidado. Tras convencerla de que no tenía malas intenciones, Mieduh y Alma idearon un plan para ahuyentar a los fantasmas.
La niña organizó una “noche de miedo” en el castillo, invitando a sus amigos. Los fantasmas, confundidos, pensaron que los disfraces eran de otros invitados, lo que les restó impacto. Aprovechando el desconcierto, Alma y Mieduh emergieron bajo una gran sábana articulada que emitía humo y chispas, lanzando alaridos aterradores. Sorprendidos y asustados, los fantasmas huyeron despavoridos.
La emoción del éxito llevó a Alma a besar a Mieduh, rompiendo el hechizo y devolviéndole su forma humana. Desde entonces, el niño vivió feliz en el castillo con su nueva familia, aprendiendo a enfrentar sus miedos con valentía y coraje.