Mezcalito, dios chamánico
Carlos Castaneda era un estudiante de antropología de la Universidad de Los Ángeles que en el verano de 1960 estaba de vacaciones en México y fue al norte del país a encontrarse con un Chamán. Hasta aquí todo es cierto, pero a partir de este momento, la línea que separa la realidad de la alucinación se convierte en una extensa franja en la que ambas se mezclan quedando impregnadas la una de la otra durante varios años, incluso durante toda una vida.
Ocho botones de peyote, masticados uno tras otro con su acérrimo sabor, a pesar del rechazo del paladar y resistiendo el impulso de tomar el más mínimo trago de agua, conducen Carlos, luego de reiterados intentos, a un mundo subjetivo en el que después de un largo sendero se encuentra con su dios particular, que en todos los casos y en sus diversas formas, es el mismo dios llamado Mezcalito.
Estos hongos, aparte de toda su aura mística, son básicamente psicoactivos que desde tiempos ancestrales acompañaron a la cultura chamánica de México en sus largas travesías por desiertos inhóspitos y noches de calmas tertulias. Alrededor del peyote se formó una profunda filosofía religiosa mitológica. En ella, Mezcalito es el dios particular, que está en cada uno y que se presenta cuando uno está preparado para recibirlo. Mezcalito es a su vez, protector y guía en el camino del hombre.
Carlos Castaneda escribió varios libros sobre su experiencia y describió con lujo de detalles cada una de esas apariciones además de las enseñanzas adquiridas en este trayecto por el camino de la sabiduría chamánica en la que un trasfondo mitológico sostiene al peyote como una chispa necesaria en la iniciación en esta misteriosa filosofía. Para estos chamanes, Mezcalito enseña que existen cuatro enemigos naturales del hombre que son el miedo, la clarividencia, el poder y la vejez, con los que, uno tras otro, al igual que los botones de peyote, se enfrentará incansablemente a lo largo de su vida.
Mezcalito es un claro ejemplo de que lo que es un dios para algunos puede ser una simple alucinación para otros y que un profeta puede ser un maestro o un loco según los oídos que lo escuchen. Filosofía para unos, locura para otros. Realidad y visión mezclándose para dejar una enseñanza muy clara: Los únicos realistas son los visionarios.