Más canario que el gofio
Cuando aquel hombre venido de un remoto país de América le dijo: “¿sabes que el gofio no es canario?”, Daute sintió que toda su identidad culinaria se desmoronaba. Años de repeticiones llenas de orgullo de frases célebres como “más canario que el gofio” se volvían oscuras dudas existenciales y, allí donde hubo un canario entero y firme, de raíces inquebrantables, quedó una confusa persona retraída y reflexiva.
La investigación que vino después arrojó datos más concretos e irrebatibles que dieron nuevos argumentos a Daute para futuros cuestionamientos de su condición cultural. En resumidas cuentas, resultó que, originariamente, los antiguos pobladores de las islas canarias, denominados guanches, elaboraban esta harina de cereales tostados con cebada.
Con la llegada de los colonizadores, que trajeron trigo y maíz, el gofio finalmente pasó a elaborarse con este último, que en Canarias se conoce como millo. El proceso consiste en seleccionar y limpiar los granos de maíz, tostarlos y molerlos. La harina de maíz obtenida es lo que se conoce como gofio.
La importancia de este alimento radica en que, por sus nutrientes y su facilidad de conservación, fue sustento indispensable en épocas de guerras y hambrunas. Los que emigraban lo llevaban consigo, y por esto hoy se consume en países como Venezuela, Uruguay y Brasil. El gofio se convirtió así en el pan de cada día, motivo de religiosa veneración y culto incuestionable de la cocina canaria. Se puede encontrar en cualquier supermercado, panadería o en los mismos molinos de gofio que lo producen.
Las recetas lo incluyen en el desayuno, el almuerzo o la merienda. Se come con miel, con azúcar, con leche, con trozos de queso, espolvoreado sobre el potaje, escaldado con pescado y hasta en postres en forma de mousse.
Así, Daute quedó satisfecho una vez más gracias al gofio. Aquella frase repetida tantas veces volvió a tener sentido y volverá a repetirse innumerables veces como el mismo gofio en las comidas. Entonces, el origen de este sustento, tanto alimenticio como cultural, volvió a ser difícilmente cuestionable. Canarias recuperó su tesoro culinario y el gofio volvió a ser más canario que las papas con mojo, el chorizo de Teror e incluso más canario que el nombre de Daute. Amén.