La Tregua de Navidad de 1914
Hubo un día durante la Primera Guerra Mundial en que el combate se detuvo, en que hubo un respiro, en que pudo reinar la paz: fue la Tregua de Navidad de 1914.
En medio de los duros enfrentamientos, durante la Nochebuena de 1914, se prendieron velas y se cantaron canciones. Los soldados alemanes colocaron sobre el borde de las trincheras abetos iluminados que les habían enviado los altos mandos, junto con raciones extra de pan, salchichas y licores.
Ese día, en tierra de nadie, los adversarios decidieron olvidar su odio y dejar sus diferencias a un lado. Al amanecer, algunos soldados alemanes salieron desarmados, agitando banderas blancas. Tras un momento de duda, los aliados salieron a su encuentro e intercambiaron felicitaciones, tabaco, alcohol y chocolate. Tales fueron los gestos de paz de ese día, que hasta llegaron a improvisar partidos de fútbol y a sacarse fotos todos juntos.
Al llegar esta noticia a los respectivos cuarteles generales, se tomaron cartas en el asunto para frenar esta actitud. Algunos soldados franceses fueron fusilados, mientras que a los alemanes los enviaron al frente oriental. Las cartas que los soldados enviaron a sus familias relatando los hechos fueron destruidas; las informaciones de los periódicos, censuradas, y los negativos de las fotografías, confiscados.
Las altas esferas militares se encargaron de que un hecho como el ocurrido durante esa Tregua de 1914 no se volviera a repetir.