La Historia de Arico
Antes de la Conquista de Canarias, Arico formaba parte del Menceyato de Abona como su frontera septentrional. Sus habitantes residían en las cuevas de los grandes barrancos de la zona, gracias a la cercanía de las fuentes de agua.
Inmediatamente después de la conquista, en los primeros años del siglo XVI, se construyó la ermita dedicada a Nuestra Señora de la Merced en la Punta de Abona.
Una de las principales transformaciones que sufrió Arico fue la salvaje deforestación de sus montes, cuya madera fue utilizada tanto en la construcción de edificios como de barcos, y la resina para elaborar la pez, imprescindible en la industria naval. Estos materiales no solo eran exportados a otras islas, sino que incluso se enviaron cargamentos a la península.
El pueblo de Arico originalmente no era más que un reducido grupo de casas dispersas, y en principio pertenecía a San Pedro de Vilaflor, pero pasó a tener su propia parroquia en 1639. En el siglo XVIII, Arico asimiló los núcleos de Fasnia, Sabina Alta, Valencia, La Zarza y Sombrera.
Entre los siglos XVIII y XIX, los principales campos de cultivo fueron monopolizados y los precios del grano aumentaron, lo que obligó al campesinado a cultivar zonas de cumbre, mucho menos productivas. Esto, junto con la creciente brecha entre terratenientes y campesinos, provocó una importante ola de emigración hacia las ciudades emergentes de Tenerife.
Durante el siglo XIX, Arico experimentó un gran avance demográfico y económico, especialmente tras desechar el cultivo de barrilla (para obtener sosa) en favor del cultivo de la tunera para la obtención de cochinilla.
El posterior fracaso del cultivo de cochinilla provocó una nueva oleada migratoria hacia Cuba, pero la implantación del tomate y la patata como productos de exportación equilibró el descenso poblacional, llevando a una nueva época de prosperidad, solo interrumpida por la Primera Guerra Mundial.
Tras la guerra, se construyó una serie de senderos, caminos y carreteras para conectar las fincas con el litoral, principalmente con los puertos del Porís y Las Eras. En 1916, Arico recibió la titularidad de Villa de Arico, y a partir de los años 50 experimentó una nueva ola de emigración, principalmente hacia las urbes (Santa Cruz y La Laguna) y países como Venezuela.
La tendencia migratoria continuó hasta bien entrada la década de los 80, pero la llegada de la industria del turismo propició un resurgimiento económico de Arico, acompañado por un renovado interés en su espíritu agrícola y pesquero.