LA MALDICION DE LOS GORRIONES
La maldición de los gorriones de Castala (1) es una leyenda que va más allá de los tiempos de «Mari Castaña» que relata Luís Marmol de Carvajal (2) en su libro «Historia del rebelion y castigo de los Moriscos del reyno de Granada» (3) y que dice así:
«En el lugar de Castalanos certificaron muchos Moriscos y Christianos que no se crian gurriones ; y
Castala es una localidad de la provincia de Almería en el sur de España, en Andalucía.
que si los llevan allí vivos , mueren luego ; y que algunas veces se ha visto pasar por cima de las casas volando , y caerse muertos. Y que en el de Bena Haxin no pueden las zorras asir las gallinas con la boca , y las ven muchas veces andar tras de ellas dándoles con las manos , porque no pueden abrir la boca para morderlas , cosa que parecería ridiculosa , si no hubieran certificadolo personas de mucho credito , clerigos y legos ; mas no saben decir la causa porque esto sea, solamente entienden que es por encantamiento que hizo allí un Moro antiguamente.»
Resumiendo: debido a ese encantamiento en Castala no hay gorriones, y en Bena Haxin, que sería la actual Benejí, las zorras no pueden morder a las gallinas.
Pero con el asunto de los gorriones hay otra historia según la cual, San Pedro y San Pablo enviaron a siete obispos para evangelizar Hispania, entre ellos se encontraba San Tesifón, que fue el fundador de Virgi, la actual Berja.
Ermita de Adra, en la fachada se puede contemplar una plancha de roca en la que hay unas pisadas atribuidas a San Tesifón.
Cuenta esa historia que los gorriones se comían todas las cosechas y que el santo rezó unas plegarias y desde aquel día los pájaros desaparecieron de allí, y es más, si alguien pretendía llevar un gorrión a esa zona, el pobre animal moría fulminado.
Otra explicación fue recogida, también, por Luis del Marmól en el año 1600, y por Francisco Fernández Navarrete en 1997:
«En el paraje donde estuvo San Thesiphón, retirado en una cueva, los gorriones ni paran, ni pican ni pernoctan… Dicen que habiéndose quedado un día solo a guardar las mieses, por retirarse a la Oración, encerró a todos los gorriones en un aposento, dándoles después libertad con precepto de no hacer daño ni detenerse allí. Lo cierto es que si pasan por allí es muy de ligero y no paran ni comen, y si acaso pican algo, caen amortecidos».
Otra historia sobre este santo dice que en una plancha de alabratro dejó grabadas las marcas de sus pies y de su báculo, dicha plancha se encuentra custodiada como reliquia en la fachada de la ermita de la localidad de Adra.