España: primer país del mundo que estableció la jornada de ocho horas
Hoy en día asumimos las jornadas laborales de ocho horas como el estándar para desarrollar nuestra actividad en cualquier compañía, y hasta a veces nos pueden parecer muchas. A los trabajadores de antes de finales del siglo XVIII esto les parecería una utopía, ya que las jornadas de 12 y 14 horas (como mínimo) eran la norma habitual.
A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, coincidiendo con la revolución industrial, se empezaron a dar movimientos sindicales que reclamaban una reducción de la jornada laboral, considerando la que realizaban abusiva.
El inicio en España: La Canadiense
En concreto, en España, esto comenzó en una fábrica de Barcelona con el despido de ocho trabajadores:
Durante comienzos de 1919, la operadora eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro desarrollaba su actividad con normalidad. Esta pertenecía a la entidad Canadian Bank of Commerce of Toronto y de ahí se la conoce como “La Canadiense”.
La compañía despidió a ocho trabajadores por haber iniciado un sindicato independiente. Esta acción no gustó al resto de los empleados de la empresa ni a otros del mismo sector, por lo que el 5 de febrero de 1919 comenzaron una huelga.
Las protestas se prolongaron durante 44 largos días, con más de 100.000 participantes, ya que se unieron también los trabajadores de la empresa Energía Eléctrica de Cataluña, paralizando el sector y deteniendo el 70% de la industria eléctrica de la región.
Tras 44 días, el Gobierno atendió las reivindicaciones sindicales, y el 3 de abril de 1919 firmó el decreto que fijaba la jornada laboral máxima de ocho horas diarias. España se convirtió así en el primer país en establecer por ley la jornada laboral de ocho horas.
Felipe II y los precedentes históricos
A pesar de que el movimiento sindicalista ocurrido en Barcelona a principios del siglo XX fue clave, ya existían precedentes en España.
Felipe II, al finalizar las obras del Monasterio de El Escorial, estableció por un Edicto Real la jornada laboral para los trabajadores de la construcción. El edicto decía: “Todos los obreros de las fortificaciones y las fábricas trabajarán ocho horas al día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde; las horas serán distribuidas por los ingenieros según el tiempo más conveniente, para evitar a los obreros el ardor del sol y permitirles cuidar de su salud y su conservación, sin que falten a sus deberes”.
Además, los trabajadores del monasterio recibían 10 días de vacaciones y medio salario en caso de accidente: “Si el trabajador se descalabrase que se le abone la mitad del jornal mientras dure la enfermedad”.
Otros ejemplos en el mundo
Aunque España fue el primer país en establecer la jornada de ocho horas, ya existían fuera de sus fronteras otros ejemplos de mejora laboral.
Robert Owen, empresario británico, fue el ideólogo del lema “ocho horas de trabajo, ocho horas de recreo y ocho horas de descanso”. En 1810, Owen estableció la jornada de 10 horas en sus fábricas y más tarde la redujo a ocho horas.
En 1866, la Asociación Internacional de Trabajadores (o Primera Internacional) estableció en su Congreso de Ginebra la reivindicación de la jornada de 8 horas. Este hecho contribuyó a generalizar la lucha por esta jornada en todo el mundo, ya comenzada por trabajadores de otros países.
En Estados Unidos, en 1886, se estableció la ley que regulaba la jornada laboral de ocho horas ampliables para los empleados federales. Sin embargo, esta ley nunca se llegó a aplicar, y las protestas resultantes terminaron en tragedia el 4 de marzo con un atentado que provocó varias muertes en Chicago. Por este motivo, la internacional estableció el 1 de mayo como Día de los Trabajadores.