El siniestro viaje de la cabeza de Oliver Cromwell
Oliver Cromwell (1599 – 1658) fue un líder político, militar inglés y un fanático religioso seguidor del cristianismo, símbolo de la república denominada Mancomunidad de Inglaterra, durante el siglo XVII. Cursó sus estudios en el Sydney Sussex College aunque tuvo que abandonarlos debido a la muerte de su padre en 1617.
Años después se casó con Elizabeth Bourchier y fue padre de siete hijos. A los cuarenta años de edad, decidió abandonar su tranquila vida de labrador y tomó el mando de un Nuevo Ejército Modelo con el fin de imponer su liderazgo como Lord Protector sobre Escocia, Irlanda y la misma Inglaterra. Aunque logró cumplir su objetivo, Cromwell muere de malaria y de un cálculo renal durante el año 1658 y es enterrado con todos los honores. Pero es aquí donde su agonía realmente comienza.
Su hijo Richard, heredero y quien poseía todas las características de su padre, no contaba con el apoyo necesario del Parlamento y tampoco del ejército, por lo cual tuvo que renunciar a su cargo en 1659 y en consecuencia permitir que Carlos II de Inglaterra fuera coronado rey y restituyera la monarquía.
De esta manera, en 1661, tres años después del fallecimiento de Oliver, su cuerpo fue exhumado de la Abadía de Westminster (su lugar de entierro), y sujeto al ritual de la ejecución póstuma como una manera de expresar la venganza, por parte de Carlos II, al hombre que había firmado la sentencia de muerte de su padre.
Aunque parezca totalmente atroz, su cuerpo, carente de toda vida pero un baluarte vivo en las mentes de aquellos que anhelaron una Inglaterra diferente, fue arrastrado con un trineo por las calles, ahorcado con cadenas y luego arrojado a una fosa. Llegada la noche fue descolgado y su cabeza fue cortada (posiblemente con un hacha) para ser exhibida en lo alto de un poste clavado a la entrada de la Abadía de Westminster, en donde permaneció durante aproximadamente veinticuatro años, es decir hasta 1685, cuando inesperadamente comenzaría a atravesar un largo viaje.
Según se sabe, durante una tormenta la cabeza cayó al suelo y un guardia real que transitaba por allí, percibiendo que nadie lo observaba, la tomó, y la ocultó hasta que, en 1710, esta macabra reliquia apareció en un espectáculo de curiosidades. Luego pasó por las manos de un actor y un joyero y, por último, terminó integrada como parte de una exposición.
Finalmente, en 1960, la cabeza fue discretamente enterrada en los jardines del Sydney Sussex College, donde, después de tres siglos, llegaría el momento de que dejaran a Cromwell descansar en paz.