El mito de la creación
Al igual que otras culturas, la egipcia posee su propia versión de la creación del universo y del mundo en el que vivimos. Existen tres versiones conocidas en función de la ciudad que la generó y las deidades que veneraban. Una de ellas es Iunu, posteriormente conocida como Heliópolis, la cual es famosa por ser la ciudad en la que surgió y prevaleció el culto al dios Ra como deidad primordial.
Según la leyenda, en un principio solo existía un inmenso e infinito océano llamado Nun, el cual permanecía inmóvil y totalmente dormido. Ni cielo, ni tierra, ni plantas, ni animales, ni el hombre existían. Solo Nun, que contenía todos los elementos posibles. Pero un día, el mundo tomó conciencia de sí mismo y de su situación, dándose el nombre de Ra. Este sería el primer dios, quien al principio estaba solo en medio del océano. Poco a poco, comenzó a crear: su aliento se convirtió en el dios Shu, el aire, y su saliva en la diosa de la humedad, Tefnut.
A continuación, creó una isla o tierra en la que reposar, la cual denominó Egipto, y al nacer del agua decidió crear el Nilo para alimentarla. Con los elementos del gran océano, Ra fue creando los distintos seres vivos.
Shu y Tefnut, en otro punto del Nun, tuvieron hijos: la deidad Geb, de la Tierra, y Nut, del Cielo. Ambos hijos tuvieron relaciones, y su padre Shu, celoso, decidió separarlos sosteniendo al primero bajo sus pies y a la segunda sobre su cabeza. De la unión de ambos dioses nacerían las estrellas y el resto de deidades.
Una vez acabada su creación, el dios Ra mandó a uno de sus ojos a buscar a su prole, pero dicho ojo se encontró con que al dios le había crecido otro nuevo. Desesperado, el ojo empezó a llorar, creando sus lágrimas a los primeros seres humanos. El dios Ra, viendo su dolor, se lo colocó en la frente: así se creó el Sol.