El faraón Dyoser y la crecida del Nilo
El Nilo fue siempre la principal fuente de agua y vida del territorio del Imperio Egipcio, proporcionando la mayor parte de agua dulce de la región. Es por ello que cualquier alteración que causara una falta de agua supondría un gran peligro, y, por otro lado, las crecidas del río eran recibidas como una bendición. Es por esto que existe la siguiente leyenda.
Dice la leyenda que el pueblo de Egipto había caído en gran desgracia y sufría graves penurias, dado que el Nilo no poseía agua suficiente para regar los campos, lo que tenía como consecuencia la progresiva aparición de hambre y desesperación. El faraón Dyoser, profundamente preocupado, consultó con su consejero, el gran Imhotep, respecto a una posible solución para solucionar el problema del agua y le pidió que le ayudara a buscar una respuesta.
El consejero y mago acudió entonces al templo del dios de la sabiduría, Thot, investigando los libros sagrados. Tras ello, regresó ante el faraón y le indicó que el nacimiento del río se encontraba entre dos cavernas de la isla Elefantina, en la que además apareció la luz que dio origen a los seres vivos del mundo. Ambas cavernas estaban custodiadas por el dios Jnum, quien retenía con sus pies la salida del agua del Nilo, creaba a todos los seres y hacía crecer el trigo y los minerales.
El faraón acudió a la isla y rezó e imploró al dios, sin obtener respuesta, hasta que finalmente se quedó dormido. Durante su sueño, el dios se le apareció y le preguntó por el motivo de su aflicción. El faraón le indicó su temor por su pueblo y la falta de agua y comida, a lo que el dios respondió que estaba enfadado debido a la falta de construcción y reparación de templos, a pesar de los numerosos dones y materiales que él le proporcionaba. Tras decir esto, el dios Jnum decidió abrir la puerta a las aguas del río, que dormía en forma de serpiente bajo sus sandalias. El faraón prometió construirle un templo en la misma isla. Finalmente, el dios liberó a la serpiente, y con ella se produjo una gran crecida del río.
Al despertar, el faraón pudo observar que las aguas del río habían subido en gran medida, además de que a sus pies reposaba una tabla con una oración al dios Jnum que posteriormente sería grabada en el templo que, tal como prometió, construiría más tarde.