OS LUSÍADAS Luís de Camoés (Canto Décimo XXXI a XXXV)
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XXXI.
«Con todo un muslo roto, que en pedazos
Lo lleva un ciego tiro que pasaba,
Se sirve aún de los valientes brazos,
Y del gran corazón que le quedaba:
Hasta que otro fatal rompe los lazos
Con que el ánima al cuerpo se ligaba,
Y ella, suelta y feliz, sube ahora
A dónde libre se encuentra y vencedora.
XXXII.
«Vete, alma, en paz de guerra turbulenta,
En la cual mereciste luz serena,
Que el cuerpo que en pedazos se presenta
Aquel que le engendró venganza ordena,
Y oigo ya que retumba la tormenta
Que trae la dura indeclinable pena
De esperas, basiliscos y trabucos,
A cambáicos y atroces mamelucos.
XXXIII.
«Ved ya al padre venir con brío horrendo,
Pena y furor trayendo por antojos,
Con que el paterno amor le está moviendo
Fuego en el corazón, llanto en los ojos:
Ya su espada le viene prometiendo
Mares de sangre y bárbaros despojos
De la flota gentil; la siente el Nilo:
La escucha el Indo, el Ganges ve su filo.
XXXIV.
«Como el ocioso toro, que se ensaya
A la pelea, el cuerno experimenta
En el tronco de duro roble u haya,
Y al viento hiriendo así las fuerzas tienta;
Tal, antes que en el seno de Cambaya
Entre Francisco airado, en la opulenta
Dabúl afila su cuchilla impía,
Humillando su túmida osadía.
XXXV.
«De Dío entrando luego en la ensenada,
Ilustre en cerco y lides por extremo,
Dispersará la grande y flaca armada
De Calcut, que por lanza tiene el remo;
Y a la del Yaz Melique acautelada,
Con los que forja Múlciber supremo,
La echará al frío y devorante fondo,
Duro lecho y secreto del mar hondo.»
