OS LUSÍADAS Luís de Camoés (Canto Octavo XLVI a L)
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XLVI.
Dáles signo el demonio verdadero
De aquel nuevo pueblo les seria
Cautividad y yugo postrimero,
Destruccion de su gente y su valía;
Y espantado el atónito agorero
Al Rey le va á decir (cual lo entendian)
Las señales que halló fieras y estrañas
De las víctimas viendo las entrañas.
XLVII.
Y á todo esto se añade que á un devoto
Que profesa la ley de Mahomede,
Del odio concebido no remoto
A la fe santa que sufrir no puede,
En forma del Profeta, que tan noto
Del hijo de la esclava Agar procede,
Baco, que de sus odios no desiste,
En sueños se le muestra fiero y triste.
XLVIII.
Y le dice: «¡Oh mi gente! estad alerta
Del daño que os prepara el enemigo,
Que por los mares ya el camino acierta,
Antes que esteis más cerca del castigo.»
Esto escuchando, el Moro se despierta
De la vision absorto; mas consigo
Piensa que es de comun sueño el efeto,
Y se vuelve á dormir tranquilo y quieto.
XLIX.
Y torna Baco, y dice: «¿No conoces
Al gran legislador que á tus pasados
El precepto enseñó, que reconoces,
Sin el cual fuérais muchos bautizados?
Yo velo, si tú duermes á mis voces:
Pues sabe que los otros, que llegados
Serán despues, harán daño infinito,
En el culto que al hombre dejé escrito.
L.
«Mientras flaca es la fuerza de esta gente,
Ordenad que con fé se la resista,
Pues cuando sale el sol, bien fácilmente
Se puede en él poner fija la vista:
Mas así que subió claro y ardiente,
Ciego queda el que á verle un tiempo asista,
Cual quedareis vosotros, si raices
Permitís que estos crien ¡infelices!»
